Cada fotógrafo eligió un texto de Ernesto Sabato, para su obra, estos
son algunos de ellos.
SABATO, SU VIDA, SU
OBRA
Silvina Cairone
“—Así se da la felicidad. (…)
—En pedazos,
por momentos. Cuando uno es chico espera la gran felicidad, alguna felicidad
enorme y absoluta. Y a la espera de ese fenómeno se dejan pasar o no se
aprecian las pequeñas felicidades, las únicas que existen”.
Sobre Héroes y Tumbas
Horacio Callegari
- Sabato?...
- Sí!...
- "Lo llamo para decirle que me
hizo
trabajar en su novelón sin pagarme,
sería mejor que escriba un informe
sobre palomas, en lugar de ese
retórico discurso sobre no
videntes"
Abaddón el exterminador
Gustavo Derfler
“Tal vez a nuestra muerte el alma emigre” se
repetía Martín mientras caminaba. ¿De
dónde venía el alma de Alejandra? parecía sin edad, parecía venir desde el
fondo del tiempo. “Su turbia condición de feto, su fama de prostituta o
pitonisa, sus remotas soledades.”
Sobre Héroes y Tumbas
Dan Fogwil
"...en
todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío"
El túnel.
Eyelén Giacobbe
Eterno Retorno
El
paisaje se repite cada vez que se ha dado una vuelta en la calesita. Desde
luego es necesario que haya un paisaje permanente para que la repetición se
pueda realizar. El eterno retorno implica una eternidad o, mejor, “un paisaje
fuera del tiempo”. Como en el Timeo, el
tiempo habría sido hecho junto con los cuerpos que giran, para dar una imagen
móvil de la eternidad.
Uno y el Universo
Carla Guasconi
“…Llegué a la
estancia a las diez y cuarto. Detuve el auto en el camino real, para no llamar
la atención con el ruido del motor y caminé. El calor era insoportable, había
una agobiadora calma y sólo se oía el murmullo del mar. Por momentos, la luz de
la luna atravesaba los nubarrones y pude caminar, sin grandes dificultades, por
el callejón de entrada, entre los eucaliptos. Cuando llegué a la casa grande,
vi que estaban encendidas las luces de la planta baja; pensé que todavía
estarían en el comedor.
Se sentía ese calor estático y amenazante que
precede a las violentas tempestades de verano. Era natural que salieran después
de comer. Me oculté en un lugar del parque que me permitía vigilar la salida de
gente por la escalinata y esperé.”
“…De pie entre los
árboles agitados por el vendaval, empapado por la lluvia, sentí que pasaba un tiempo
implacable. Hasta que, a través de mis ojos mojados por el agua y las lágrimas,
vi que una luz se encendía en otro dormitorio.
Lo que sucedió
luego lo recuerdo como una pesadilla. Luchando con la tormenta, trepé hasta la planta
alta por la reja de una ventana. Luego, caminé por la terraza hasta encontrar
una puerta. Entré a la galería interior y busqué su dormitorio: la línea de luz
debajo de su puerta me la señaló inequívocamente. Temblando empuñé el cuchillo
y abrí la puerta. Y cuando ella me miró con ojos alucinados, yo estaba de pie,
en el vano de la puerta. Me acerqué a su cama y cuando estuve a su lado, me
dijo tristemente:
— ¿Qué vas a
hacer, Juan Pablo?
Poniendo mi mano
izquierda sobre sus cabellos, le respondí:
—Tengo que
matarte, María. Me has dejado solo.
Entonces,
llorando, le clavé el cuchillo en el pecho. Ella apretó las mandíbulas y cerró
los ojos y cuando yo saqué el cuchillo chorreante de sangre, los abrió con
esfuerzo y me miró con una mirada dolorosa y humilde. Un súbito furor
fortaleció mi alma y clavé muchas veces el cuchillo en su pecho y en su
vientre.
Después salí
nuevamente a la terraza y descendí con un gran ímpetu, como si el demonio ya estuviera
para siempre en mi espíritu. Los relámpagos me mostraron, por última vez, un
paisaje que nos había sido común”
Fragmento de El Túnel, de Ernesto Sabato, Cáp. 25 y 26
Gabriel Massera
“Siempre es levemente siniestro
volver a los lugares que han sido testigos de un instante de perfección.”
Sobre Héroes y Tumbas
Stella Maris Leone Geraci
“Así fui elaborando una serie de
teorías, pues la idea de que estuviéramos gobernados por un Dios omnipotente,
omnisciente y bondadoso me parecía tan contradictoria que ni siquiera creía que
se pudiese tomar en serio. Al llegar a la época de la banda de asaltantes había
elaborado ya las siguientes posibilidades:
1º Dios no existe.
2º Dios existe y es un canalla.
3º Dios existe, pero a veces duerme:
sus pesadilla son nuestra existencia.
4º Dios existe, pero tiene accesos
de locura: esos accesos son nuestra existencia.
5º Dios no es omnipresente, no puede
estar en todas partes. A veces está ausente ¿en otros mundos? ¿En otras cosas?
6º Dios es un pobre diablo, con un
problema demasiado complicado para sus fuerzas. Lucha con la materia como un
artista con su obra. Algunas veces, en algún momento logra ser Goya, pero
generalmente es un desastre.
7º Dios fue derrotado antes de la
Historia por el Príncipe de las Tinieblas. Y derrotado, convertido en presunto
diablo, es presuntamente desprestigiado, puesto que se le atribuye este
universo calamitoso…… Ahora bien: Mahoma pensaba, como algunos de estos
gnósticos, que Jesús era simple ser humano, que el Hijo de Dios había
descendido a él en el bautismo y lo abandonó en la Pasión, ya que si no, sería
inexplicable el famoso grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Y cuando los romanos y los judíos escarnecen a Jesús, están escarneciendo una especie
de fantasma. Pero lo grave es que de este modo (y en forma más o menos similar;
pasa con las otras sectas rebeldes) no se ha revelado la mistificación sino que
se la ha fortalecido. Porque para las sectas cristianas que sostenían que
Jehová era el Demonio y que con Jesús se inicia la nueva era, como para los
mahometanos, si el príncipe de las Tinieblas reinó hasta Jesús (o hasta
Mahoma), ahora en cambio, derrotado, ha vuelto a sus infiernos. Como se
comprende, ésta es una doble mistificación: cuando se debilita la gran mentira,
estos pobres diablos la consolidaban.
Mi conclusión es obvia: sigue
gobernando el Príncipe de las Tinieblas. Y ese gobierno se hace mediante la
Secta Sagrada de los Ciegos. Es tan claro todo que casi me pondría a reír si no
me poseyera el pavor.”
Del libro, Informe
sobre ciegos
Mariela Piccirilli
A veces volvía a ser piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del
otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos
acontecían; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una
mueca de burla lo deformaba y que quizá había risas cruzadas con otro y que
toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y
que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en
que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos
trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había
creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad
pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles;
y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había
entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad.
Un túnel
Lucas Rodríguez
“Habrá siempre un hombre tal que, aunque su casa se derrumbe, estará
preocupado por el Universo. Habrá siempre una mujer tal que, aunque el Universo
se derrumbe, estará preocupada por su hogar”
Uno y el universo
Natalia
Soledad
En 1991,
cuando Sábato cumplió 80 años, volvió a contactarse con su amigo. Aguerrebere
lee al teléfono una parte de esa carta: “Acá encuentro una carta de él firmada
en Santos Lugares, donde vivía y donde lo están velando. Es del 24 de junio del
1991 y dice: ‘Cumplo hoy 80 años, querido Rubén... Mi vista me impide la
lectura, excepto en grandes letras y en dosis homeopáticas. Escribo a máquina
gracias a la memoria digital. Antes, Matilde era mi lectora, pero hace cinco
años que está muy mal, y eso se acabó. ¡Cuántas cosas se han acabado! Un fuerte
abrazo... Ernesto Sábato.
Carta a un joven
escritor
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