Celeste está sola
Celeste está sola, mira con sus ojos grandes las luces de la casa de enfrente, de donde vienen la música y muchas risas. No puede dejar de observar por la ventana del comedor.
¡Cómo le gustaría ir a ver a sus hermanos y a sus padres!, pero el marido nunca quiere ir a visitarlos. Pensar que sólo es media hora en colectivo… Tampoco quiere que vengan a verla a ella.
Celeste primero le mintió a su familia, pero después pensó que no se lo merecían y les dijo la verdad, además el marido ya se lo había advertido: “No me obligues a pegarte, mira que si me ponés nervioso, no respondo de mí, tengo mi carácter, lo sabés”.
Deja de observar a los vecinos, se sienta y se pone a escribir: “Cómo quisiera estar de nuevo en mi hogar ¡eso es imposible, qué angustia!”. Unas lágrimas gruesas deforman lo escrito. “El día entero me lo paso acá, limpiando y esperándolo con la comida lista, y una comida que le guste o, si no, rompe platos, vasos, tira los cubiertos… y yo, hasta que no termino de ordenar todo y limpiar todo ese desastre, no me puedo acostar. Tengo prohibido llorar. En la cama dependo totalmente de él, de si tiene ganas o no. Cómo voy a sentir placer si estoy tan nerviosa por no disgustarlo. ¿Qué tontería estoy haciendo? Voy a romper este papel porque ¡si lo llega a encontrar…!”
Liliana Sandoval, Argentina
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